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LAS CÁLIDAS MANOS DEL COOPERATIVISMO

  • Mariela Irala
  • 26 abr 2016
  • 3 Min. de lectura

Historia de las artesanas de Río Negro

Las manos del trabajo y de la lucha son poseedoras de una calidez única y gentil, que traen el amor y el pan al hogar. Por lo menos así lo expresan las tejedoras de la cooperativa textil Sumuncura, ubicada en la provincia argentina de Río Negro. Tras serios problemas de sequías y erupciones que llevó a la muerte de cientos de animales e inconvenientes con el suelo, fueron un grupo de mujeres que decidieron arremangarse y salir hacia adelante. Hoy, la cooperativa cuenta con 200 cálidas manos artesanas (100 mujeres), quienes tejen productos decorativos como vestimentas, a base de lana de oveja.



En qué consiste su producción? Chalecos, camperas, sacos, ponchos, chalinas, gorros, medias y guantes. Y con cuero y soga hacen carteras, monederos, bolsos y distintos tipos de accesorios, así lo enumera la periodista.


EL INICIO, una luz en el desierto Patagónico


Sandra Martínez es la presidenta de la cooperativa "Gente de Sumuncura" y en una entrevista realizada por Silvia Porritelli, contó que, ante un panorama tan desolador, las mujeres de la comunidad buscaban la manera de traer el pan al hogar, «en 2004 se construyó una parroquia en Los Menucos y vino un sacerdote joven de la Capital Federal para hacerse cargo de ella. Cuando el padre comenzó a recorrer la comarca y a preocuparse por las necesidades de la comunidad notó que, si bien nosotras sabíamos hilar y tejer, teníamos problemas con la comercialización. Nos contó qué era una cooperativa y nos propuso asociarnos. Al año siguiente, logramos tener la personería jurídica». Así fue como una luz de esperanza comenzó a movilizarlas y decidieron ir en busca de las herramientas que brinda el Estado, a las organizaciones sociales.


HOY, las piedritas siguen caminando


Como las piedritas que caminan junto con el viento, por el suelo patagónico, (Samucura: "piedra que camina", en mapuche), las artesanas siguen hoy más activas que nunca, aprovechando las bonanzas de la economía social y solidaria.


Sus productos se comercializan en diferentes locales de Río Negro, poseen un puesto en el Mercado de la Estepa, participan en ferias y hacen envíos a Buenos Aires. Además son dueñas de una muy buena organización de trabajo «Estamos organizados en grupos de trabajo. En los parajes la mayoría de las mujeres se dedica a hilar, otras tiñen, algunas trabajan con telares mapuches, otras prefieren tejer a dos agujas y están las que usan el triángulo, que es un sistema más moderno, algunas hacen curtido en cuero y modelado en arcilla», pero están aquellas que rescatan técnicas de hilado y tejido tradicionales mapuches.

(Hernán Canuti/Gentileza Cooperativa)

La presidenta de la Cooperativa agrega: «Además, con la ayuda del inta y de distintos programas estatales, incentivamos la implementación de huertas de autoconsumo, desarrollamos experiencias con frutales y la cría de gallinas, pollos y conejos. sin la organización que tenemos acá es muy difícil que todos estos beneficios lleguen a los parajes».


Esta es una de los tantos testimonios de la economía social y solidaria de nuestro amplio territorio nacional, historias con rostro cooperativista. Una vez más, podemos apreciar cómo a raíz de un problema que afecta a la comunidad, es ella misma que sale en busca de su solución. No sólo hablamos de un problema económico, sino que planteamos una forma social de ver y de vivir. Es la cultura cooperativistas, que nos lleva hacia una sociedad más comprometida con su comunidad, sus orígenes y la Madre Tierra.



El texto fue elaborado en base a la nota de Silvia Porritelli.







 
 
 

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