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Cooperativas: una alternativa de trabajo digno para personas trans

  • Gabriel Fernández
  • 24 dic 2016
  • 3 Min. de lectura

Nuestro país ha avanzado bastante en el ámbito legal en lo que concierne al acceso a derechos humanos de la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexual, Trans) siendo las conquistas más fuertes el Matrimonio Igualitrario y la Ley de Identidad de Género. Sin embargo aún queda mucho por hacerse en lo social para frenar la discriminación y posibilitar la igualdad de oportunidades para todos y todas.

En lo que respecta a la comunidad Trans (travesti, transexual, transgenero) a lo largo de la historia han sido juzgadxs y perseguidxs, imposibilitándoles en muchos casos la educación y un trabajo digno, por lo cual fueron expulsadxs a la clandestinidad y sin más opción que dedicarse al trabajo sexual. Pero en los últimos tiempos estamos viviendo experiencias muy valiosas y enriquecedoras para esta comunidad. En lo relacionado al trabajo y la solidaridad existen historias y emprendimientos que debemos destacar.

Desde la primera cooperativa trava y trans del mundo que fundó la activista Lohana Berkins han surgido muchas a lo largo de todo el país, las cuales ofrecen una oferta concreta de productos elaborados para comercializar en estas fiestas.

A mediados de 2008 Lohana Berkins concretó la idea que venía gestando con un grupo de compañeras travestis y trans: generar una fuente de ingresos por fuera del destino común de la prostitución, sin patrones y con una estructura horizontal, donde el compromiso y la ganancia fuera para todas equitativa. Así nació la primera cooperativa Trans del país y del mundo, la Nadia Echazú, con unas 60 socias que aprendieron un oficio y comenzaron a producir tramas textiles que marcaron un camino. “No sólo resolvemos un problema económico y social, sino que corremos el velo de la hipocresía”.

Desde entonces, el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) recibió a más de 20 cooperativas Trans en todo el país, que siguen intentando lograr la comercialización de sus productos y poder sostenerse económicamente en este mercado tan competitivo.

La diferencia entre el universo de las cooperativas y los modelos Travesti y Trans, es que la gran mayoría incluyen dentro de sus proyectos instancias de formación, teniendo en cuenta que muchas personas travestis y trans, sobre todo las mayores de 25 años, tuvieron dificultades de todo tipo para acceder a la educación formal o el aprendizaje de un oficio.

Lo favorable del trabajo cooperativo está en su organización, no hay jefes, lo cual genera un espíritu de compromiso y hermandad que es algo necesario para este sector social: una familia laboral, un espacio de contención. Lo difícil viene luego de conformarse como cooperativa y es mantener el negocio rentable fuera del mercado de capitales tradicional.

Algo muy favorable para las cooperativas Trans fue lograr acuerdos de venta con el Estado, con ellos se dedicaron a producir insumos para hospitales, colegios o colaborando en producciones culturales. Pero en el último año, y con el cambio de gobierno, vieron una caída de las ventas y un vaciamiento de incentivos que están volviendo más compleja la actividad. “A las compañeras no les alcanza con lo que ganan en la cooperativa y lamentablemente muchas tienen que pararse en una esquina para poder ganarse el peso y llegar a pagar las cuentas”, explicó Cintia Anahí Pili, coordinadora de la cooperativa textil marplatense Claudia Pía Baudracco, integrante del movimiento social Atahualpa.

A pesar de todos los contratiempos existen muchos casos que funcionan y pueden seguir subsistiendo en su actividad. Hay de todos los rubros y en variados puntos del país y son una alternativa a tener en cuenta en esta época de fiestas al momento de realizar compras.

Fuente: Suplemento SOY/ Página12


 
 
 

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